DEPRESIÓN ASPIRACIONAL por una vida virtual

Es común escuchar en nuestros días del término “inteligencia emocional” que consiste en desarrollar una serie de herramientas que nos ayudan a apreciar y expresar de manera justa nuestras propias emociones y a respetar las de los demás, empleando nuestra sensibilidad a fin de motivarnos, planificar y realizar de manera cabal nuestra vida. También nos gusta jactarnos de que somos capaces de identificar cuando no somos “inteligentes emocionalmente” y nos desbordamos. Me atrevería a decir que dominar ésta tarea está en función de no querer dominar ni controlar nada ni a nadie. Sin embargo, hoy en día nos sometemos a estímulos que poco nos incitan a contactar con lo que verdaderamente tiene valor en nuestras vidas. El internet, a través de las redes sociales, por ejemplo, se están convirtiendo en gran medida en un desarrollador emocional y social de esta generación. < Según un estudio realizado por la Academia Americana de Pediatría (AAP), la “Depresión Facebook” provoca en los niños y jóvenes que pasan largas horas frente a una computadora, comportamientos que lo aíslan de la realidad. En redes sociales, se sueles publicar textos e imágenes que van directamente relacionados con un asunto aspiracional y pocas veces real. Ya dicen por ahí, “Dime de qué presumes y te diré de qué careces.” Los seres humanos no podemos evitar que nuestra comunicación “verbal o no verbal” transmita informaciones que lleven consigo una enorme proyección, muchas veces, sosteniendo justamente lo contrario de que supuestamente queríamos decir. Una persona que se ha dejado llevar por el mensaje “falso” de lo publicado por sus “amigos” puede llegar a sentirse muy mal, si éstos creen que no están a la atura de popularidad de sus amigos debido al número de visitas y likes conseguidos por el otro. Las fotos de personas que se la están pasando muy bien, en apariencia, pueden provocar dolor, incluso más que un encuentro en la vida real. Según expertos, las redes sociales también generan y promueven sentimientos de competitividad social que orillan a las personas a grados tan nocivos que detonan la depresión.

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